QUE GRAN SOCIEDAD NOS AYUDA. Hoy se cumple el primer tramo de nuestra cuarentena y la población, en masa, ha sabido cumplir con lo establecido. Ha estado a la altura de las circunstancias:

ha cumplido con las obligaciones que el estado de alarma le ha impuesto; ha sabido reinventarse en su ocio, en su comunicación, en su divertimento; ha sabido contener y retomar la educación de sus hijos, en ocupar y despreocupar a sus mayores, en asimilar que la vida es lo único que no es controlable; ha ocupado su tiempo en premiar con aplausos a quienes están a pie de obra haciendo que todo esto, «la guerra sin cuartel», sea posible: bomberos, voluntarios, fuerzas del orden, militares, servicios varios, sanitarios, sobre todo nosotros, los sanitarios…

Y lo hace sin perder interés, sin perder fuerza, sin perder entusiasmo, aunque a la vuelta de todo puede que se encuentren sin trabajo, sin negocio, con deudas, con menos sueldo o sin fútbol; con un curso perdido o con cambios drásticos en su lugar de residencia, de su trabajo,…. Si, mil veces sí, mil aplausos acompañando al sí: ¡ha estado a la altura!.

La lucha sigue y duramente: miles de sanitarios y subalternos enfrentándose a un virus muy infectivo que salta de unos a otros más rápido que la luz que nos alumbra, que sigue matando y sigue produciendo sufrimiento: esas personas que inadvertidamente enfermaron, viven en cuarentena solas, se agravan solas, mueren solas, se entierran solas… Qué dolor perder un ser querido, pero perderlo sin estar a su lado, sin ver como lanza su último aliento, y su calor se disipa sin que podamos sentirlo; perderlo y además no poder arroparlo en el último viaje físico de este mundo, con sus amigos, sus compañeros, sus familias rindiendo sentido homenaje…

La lucha sigue sí, con cifras que nos ponen los pelos de punta: más muertos, también jóvenes; muertes rápidas, sufridas, acumuladas; comparadas con otros países sin parangón, con nuestros cifras de sanitarios disparadas…

En cambio, no nos permitimos, por cejar en el impulso, por no caer en el desaliento, mirar qué ha pasado, qué se puede mejorar; no hay tiempo, hay que seguir creando espacios para atender enfermos que no respiran, con fiebre descontrolada, que solicitan ayuda, que se asfixian en nuestros pasillos o en sus pasillos, que no son capaces de respirar ni conectados a una máquina (que no llega, aunque esta comprada), que demandan cualquier solución farmacológica que disminuya la inflamación de su pulmón que le permita respirar mejor y que se acaba,…

Y los sanitarios sin medios, sin pruebas que nos digan quién esté enfermo o si lo ha estado y ya ha pasado la enfermedad y aporta su inmunidad a la inmunidad colectiva. ¡Qué paradójico…! el único objetivo de un médico es saber quién está enfermo para poder pronosticar su seguimiento y establecer su tratamiento… No podemos, no tenemos los medios… Tampoco para protegernos y con ello proteger a esta sociedad que sí ha estado a la altura.

Los que no han estado a la altura son los de siempre, los que tienen la responsabilidad de gestionar personas, de aglutinar y almacenar productos, de priorizar acciones, de reorganizar la riqueza, de explicar lo que ocurre; de explicar que hay qué hacer para que no ocurra, de explicar por qué ha ocurrido así, de explicar por qué lo ocurrido era evitable, de explicar por qué lo ocurrido ha ocurrido en tiempo y en forma, de explicar por qué lo que ocurrirá podría evitarse habiendo evitado lo ocurrido, por qué seguirá ocurriendo, por qué si sigue ocurriendo no ponemos los medios para deje de ocurrir, por qué puede volver a ocurrir, y explicar al fin qué se va a hacer para que no vuelva a ocurrir; quizás la única pregunta que el pueblo soberano quiere que responda, las demás…caerán en el olvido como tantas veces más. Lloraremos todos, cerca de la ventana, en silencio, por ellos, por todos.

Escrito por Fernando Santos para El Correo Gallego.

https://www.elcorreogallego.es/opinion/firmas/ecg/fernando-santos-gracias/idEdicion-2020-03-30/idNoticia-1238560